Julio 28, 2020 | Tiempo estimado de lectura: 4 min.
La era digital que estamos viviendo hace que evitar pantallas sea algo muy difícil, puesto que, casi sin darnos cuenta, se han hecho parte de nuestra vida cotidiana. La mayoría de las personas cargan con un celular a todos lados, pero esa no es la única pantalla con la que interactuamos diariamente. Además de los celulares, entendemos como pantallas a las televisiones, tabletas y computadoras.
Para abordar adecuadamente el tema, es necesario dividirlo en dos. Primeramente debemos hablar del impacto de las pantallas en la familia como conjunto y de su impacto en la vida de nuestros hijos.
Primero que nada, es necesario entender que los tiempo cambian y que hemos llegado a un punto que como padres tenemos que preguntarnos, ¿cuáles son nuestras opciones?
Y en realidad, en el caso de las pantallas, existen dos opciones: simplemente aceptar que en la época que nos tocó vivir cada día nos invade más la tecnología o podemos concientizarnos y hacernos cargo de la cantidad de tecnología que consumimos como individuos y como familia.
La toxicidad de las pantallas en el entorno familiar radica en que casi siempre éstas aíslan a los miembros de las familias y los impiden de pasar verdadero tiempo de calidad juntos. El uso individual impide la comunicación, tanto entre nuestra pareja como con nuestros hijos. Sin embargo, existe una solución relativamente fácil que puede ayudar con este problema: compartir pantallas.
¿Te acuerdas que antes el tiempo de ver televisión era tiempo familiar? Pues justo así, está comprobado que cuando un medio de comunicación se convierte en la base de una interacción positiva entre personas, se genera una ganancia neta para las dos, sobre todo si una de las personas es un niño. Esto se debe a que dicha interacción se convierte en una oportunidad de aprendizaje y de crecimiento personal.
Y ya que tocamos el tema de nuestros hijos, pasemos al segundo punto. Para esto, debemos empezar por decir que el tema de la exposición de nuestros pequeños a pantallas es uno de los temas actuales que nos causan más preocupación.
Porque si hablamos con toda honestidad, nuestra generación es la primera que ha tenido que batallar con el tema de las pantallas. No nos es posible pedirle consejos a nuestros padres porque su experiencia fue completamente diferente. De hecho, una de las cosas más difíciles es aceptar que la infancia que vivirán nuestros niños será completamente diferente a la nuestra, al punto de que hoy en día hay niños que probablemente nunca aprendan a andar en bici.
Actualmente existen cientos de canales de televisión, miles de videojuegos e innumerables sitios web y aplicaciones para celulares o tabletas que constantemente se encargan de pelear por la atención de nuestros hijos. ¿Cómo batallamos contra eso?
La exposición a las pantallas digitales no es algo intrínsecamente malo. Son los efectos que esta causa lo que podríamos juzgar como dañino o beneficioso. Es decir, por un lado tenemos al Real Colegio de Pediatría y Salud Infantil de Gran Bretaña, quien este año publicó un comunicado diciendo que no existe evidencia suficiente para poder afirmar que el tiempo de pantalla es, en sí mismo, perjudicial para la salud de un niño. Pero por el otro lado, dos meses antes el Fondo Mundial de Investigación del Cáncer informó que comportamientos sedentarios causados por un tiempo de pantalla excesivo puede conducir al deterioro de la salud infantil.
Para evitar que el uso de pantallas se vuelva nocivo y con el fin de promover hábitos saludables de consumo mediático desde pequeños; la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Academia Americana de Pediatría (AAP) recomiendan que en los primeros dos años de vida, nuestros pequeños no interactúen con pantallas; que los 2 a los 5 años, se les permita un uso de 30 minutos a una hora; que de los 7 a 12 años, se aumente el tiempo a una hora completa pero con un adulto presente y nunca en horas de comida; y para niños entre 12 y 15 años, se recomienda hora y media, teniendo mucho cuidado con las redes sociales.
Lo más importante es que las pantallas no interfieran con la vida normal de los niños, el tiempo de calidad en familia, el ejercicio o las horas de sueño. Si bien las recomendaciones de la OMS y de la AAP suenan un poco excesivas, solo son un marco de acción en el cual nos podemos basar y personalizar según las necesidades de nuestra familia. Sin embargo, es importante explicarle a los niños el porqué de las reglas, sus ventajas y darles a ver el lado positivo. Es cierto que controlar el impacto de las pantallas en nuestra vida familiar es difícil, pero no es imposible y con nuestra ayuda puedes lograrlo.